Vivió en el extranjero varios años y eso lo obligó a reconectar con las costumbres argentinas. Ahí potenció al mate y a la mateada como actos poéticos, según narra el autor de "Canchadas", Agustín Arosteguy.
Por Paola Galano
Con ingenio, el poeta y escritor Agustín Arosteguy expone en “Canchadas” –su reciente libro editado por Halley- su amor por el mate, esta infusión tan nuestra, mezcla de ceremonia de amistad, acto de introspección y hasta improvisado título de adultez. Un decálogo del cebador, los mandamientos de la actividad, el aspecto político que adquiere el mate en algunas partes del mundo y hasta la aparición de un monumento al mate, entre otros temas, reciben un tratamiento poético y humorístico por parte de este escritor, que nació en Balcarce y vive en la ciudad de Buenos Aires.
“Olor, sabor y estética”, destacó Arosteguy del mate y de las mateadas, de las que se declara un fanático. El hecho de vivir varios años en Brasil y en otros sitios lo llevó a potenciar las costumbres argentinas. Ese, dice, fue el disparador de este libro, que dispara diversos aspectos en torno a una práctica que se ejerce a toda hora, en cualquier parte del país y en el seno de todas las clases sociales e ideologías.
“Vivir afuera me permitió tomar distancia de varias costumbres nuestras y sobre todo identificar cuáles son las que más me gustan y cuáles no. A mí el mate siempre me fascinó y viviendo en otros países es algo que pasa a ser mucho más que una infusión, es algo que te conecta con tu tierra, con lo que significa ser argentino”, explicó el poeta en una entrevista con LA CAPITAL.
Bajo esa condición de extranjero, el escritor entendió que “el mate se resignifica y cobra otros sentidos”. Y agregó: “Además de ser un símbolo muy potente de identidad, de territorialidad, es interesante lo que ocurre cuando lo compartís con personas que no son argentinas, uruguayas o del sur de Brasil”.
Arosteguy parece ir, en este libro, en el sendero de una poesía que construye con escenas de la vida más cotidiana. “Es una buena manera de quitarle la solemnidad a la poesía y permitir otros acercamientos, otras experiencias, otras escrituras”, opinó sobre su tendencia en la escritura, que está lejos de abarcar los clásicos temas que abordó el género.
-¿Te resulta sencillo escribir poesía sobre cuestiones cotidianas?
-Justo estoy leyendo la poesía reunida de Cecilia Pavón y en el poema “Keith Haring (poema escrito por encargo)” dice: “Ahora pienso que esa es la gran fantasía de todo artista, hacer arte que no sea arte o al menos ese es mi sueño como poeta: hacer poesía que no sea poesía”. Salvando las distancias y sin querer compararme con ella, me parece interesante lo que dice Pavón del quehacer poético. En lo personal, veo en la poesía contemporánea bastantes autoras/es que están haciendo esto. Pero retomando tu pregunta, no creo que sea sencillo escribir poesía y menos aún sobre asuntos cotidianos, lugares u hábitos, ni sobre ningún otro asunto. Escribir poesía es un desafío en todo sentido. Porque a diferencia de la narrativa, la poesía, me parece, lleva implícita un acto de resistencia. Digo esto sin la intención de romantizarla o idealizarla, sino de ser consciente de lo que implica: es un género menor en términos de venta dentro de la literatura pero a pesar de eso permanece viva, muy actual y sigue renovándose. Y eso creo es lo que la mantiene joven.
-¿Cuánto investigaste para hacer este libro? Hablás sobre el monumento al mate, sobre lo que pasa en Siria con el mate, entre otros temas.
-Investigué bastante. No todos pero varios de los poemas precisaban que me documentase de fechas, sucesos, personas, etc. Además, hay que tener en cuenta que este libro me llevó unos seis años de elaboración. Claro que no fueron seis años escribiendo sino que fue un proceso, con momentos más intensos de escritura, momentos más intensos de investigación y momentos haciendo otras cosas.
-La palabra “canchada” se relaciona con la trituración de la yerba mate, ¿encontrás alguna analogía entre la escritura de poesía y la canchada? ¿Las palabras también se trituran, se muelen?
-Hay un poema en el cual comparo ambas cosas. Pienso que sí, hay muchos puntos en común entre ese proceso por el cual pasa la yerba hasta transformarse en el producto que bebemos y la escritura de poesía. Esto dicho en sentido metafórico, claro. Por eso la trituración, la clasificación, el secado, la eliminación del palo, el embolsado, el estacionamiento, todo eso me remitió y me remite a la poesía. La palabra “canchadas” apareció por casualidad, porque no sabía que existía y me enteré leyendo sobre el mate. E inmediatamente, esa similitud que entreví entre ella y la poesía fue lo que me llevó a ponerle canchadas al libro. Siento que además de su significado, la sonoridad de esa palabra posee una alta resonancia poética.
-¿Qué clase de poesía es la que te gusta, qué autores leés?
-La poesía que más me gusta es la contemporánea y leo lo que más puedo de lo que anda circulando. En su mayoría son libros de poesía publicados por editoriales pequeñas y medianas. Se me vienen a la mente Tamara Kamenszain, Diana Bellessi, Fernanda Laguna, Beatriz Vignoli, Osvaldo Bossi, Mariano Blat, Daniel Bencomo, Marília Garcia, María Esther Maciel, Fabrício Marques, Jovino Machado, Angélica Freitas, Ana Cristina Cesar. Pero también me gustan Alejandra Pizarnik, Juan Gelman, Miguel Hernández, Zoe Valdés, Agustín Fernandez Mallo, Kirmen Uribe, Violeta y Nicanor Parra, Luis Chaves. Y hay más.